tigre en la jungla

Carta a los padres de un deportista

Estimado padre/madre,

Quiero dedicarte unas palabras, ya que muchas veces tu papel no tiene la justa consideración en el desarrollo deportivo de tu hijo/a.

Sé que cada decisión que tomas para tu hijo es para su bien, con el deseo de ofrecerle lo mejor, de darles lo mejor.

Pero a veces, darle lo mejor, puede producir el efecto contrario.

Quitarle la oportunidad de equivocarse, de ver los errores y aprender a buscar soluciones, impide que tu hijo/a pueda desarrollar una mentalidad de crecimiento.

Un ejemplo: si proponemos a nuestras jugadoras 2 ejercicios a realizar, que dan el mismo resultado («Debes enviar el balón al otro lado del campo hacia un objetivo marcado en el suelo, lo puedes hacer rematando o pasando el balón de dedos»), las jugadoras que tienen una mentalidad fija elegirán la solución más sencilla, más «segura» (mandar el balón de dedos aunque la colocación sea muy buena y tengan la oportunidad de rematar).

Una jugadora con mentalidad fija se preocupa por el resultado, no le importa el proceso de aprendizaje. Crece rodeada de personas que la protegen, y que por ello, a cambio, le exigen que haga siempre las cosas bien, porque «le dan todo».

Una persona con mentalidad de crecimiento, al contrario, busca el desafío, explora alternativas para llegar al resultado, con el objetivo de ampliar su abanico de opciones y decisiones, y tener, así, un mejor desarrollo.

Mentalidad crecimiento

Esto vale en el deporte como en la escuela, en la vida personal como en la profesional.

Y vale también para ti, padre/madre.

Pasamos continuamente de una mentalidad fija a una de crecimiento, así que no des todo por perdido.

Posiblemente, leyendo estas primeras líneas, estarás pensando «Ya, esto es lo que hago yo» o dirás «Para nada, yo no hago esto».

Bien.

Como entrenador te dejo algunas consideraciones para que todos/as podamos mejorar:

EL EJEMPLO

Los niños ven a los padres como un icono, como el ejemplo a seguir, un guía.

No es lo que dices, sino lo que haces, lo que eres. 

Si le gritas «NO GRITES!!» el/ella seguirá tu ejemplo, no lo que dices. Si le pides que tenga más respecto hacia los demás, pero luego te ve o te escucha gritar cualquier cosa a los árbitros, los padres o los entrenadores, el/ella, antes o después, seguirá tu ejemplo.

LA AUTORIDAD

Además de sus padres o de sus tutores, los profesores y los entrenadores representan las otras referencias en sus vidas. Cuando tú, padre/madre, delante de tu hijo/a hablas mal de estas personas, las subestimas, las criticas faltándole al respecto, estás enseñando a tu hijo/a a hacer lo mismo. De hecho, le estás autorizando a hacerlo.

LOS COMENTARIOS

Cuando comentas (por no decir que juzgas) la prestación de tu hijo/a durante el último partido, céntrate en el comportamiento, no su identidad. «Has perdido el partido» es diferente de «Eres un Looser». «Te has equivocado en ese punto» es diferente de «Eres malo!». «Has hecho una tontería» es diferente de «Eres tonto!».

Si tú te muestras alegre, feliz cuando gana, pero triste (o, peor aún, enfadado, amargado) cuando pierde, tu hijo aprende que:

  • Es bueno cuando gana y malo cuando pierde
  • Tu felicidad depende de lo que hace. Tu infelicidad también.
  • Que los resultados cuentan más que el proceso que les lleva a aprender, que la investigación, la observación, la pasión.

¿Te has preguntado alguna vez cuando fue que dejamos de reírnos y de disfrutar de la vida, de las pequeñas cosas, de los momentos, como hacíamos de pequeños?

Si te paras un momento para pensar, probablemente encontrarás un recuerdo donde visualizarás que empezaste a hacer las cosas en función de la felicidad de tus padres, o de tu jefe, o de otra persona…

Tu hijo/a quiere JUGAR, divertirse, competir consigo mismo para medir sus habilidades y mejorar aprendiendo, equivocándose, compartiendo con los demás jugadores.

No quiere destrozar a las adversarias, no quiere ser mejor que sus compañeras. Cuando estás en las gradas viéndola jugar, apoya a sus valores, a sus objetivos.

Tu hijo quiere verte en las gradas, aunque te diga que no quiere.

El/ella ama tu presencia (siempre que no seas un juez), entiende tus esfuerzos por estar allí. Lo que no ama es que grites, que comentes con los padres alguna jugada individual, que digas algo como «Espabila!» o «No falles!»

Si te dice que no quiere, seguramente será porque, en algún momento, habrás hecho/dicho esto. 

Si vienes a verla, debes animarla, decirle, antes de bajar del coche para entrar en pista, que «Estoy aquí para animarte a ti y a tu equipo, no importa lo que pase!».

Luego, en las gradas, si se gira hacia ti, levanta el pulgar y ríe, como para decir «Estoy aquí, pase lo que pase, va todo bien».

Recuerda lo que te escribí al principio: decir «Lo he dado todo a mi hijo» quiere decir haberle quitado todo.

Cuando es pequeña y pasa de gatear a caminar, celebramos cada pequeña mejora, y nos reímos si intenta levantarse y se cae, ¿Verdad?. Celebramos sus errores, no le criticamos que se haya caído.

Este proceso de aprendizaje, el de caminar, que parece sencillo, pero es algo que nos ha permitido sobrevivir y dominar en el reino animal, no se olvida nunca más.

Cuando aprende a ir en bici, estamos allí, detrás de ellas, le damos consejos o simplemente le animamos a pedalear, a insistir. Ella sufrirá, querrá dejarlo, y tú estarás allí para que insista, para que entienda que nada se consigue sin esfuerzo.

Tú estarás allí para animar, pero será el/ella quien cometerá los errores, sudará, se esforzará para conseguir el resultado, en autonomía, como afrontará el resto de su vida.

Es otro proceso de aprendizaje que no se olvida nunca más.

Celebra los errores.

EL ENTRENADOR

Si el entrenador deja a tu hija en el banquillo, no es el fin del mundo:

  • Se trata de una decisión del entrenador (autoridad) y hay que respetarla.
  • Estar en el banquillo ayuda a desarrollar habilidades (observación, visión de juego, trabajo en equipo, etc.) y muchas veces estar en este banquillo representa un premio, porque podría no haber sido convocada.
  • En el deporte, como en la vida, no siempre eres el titular. Lo importante es estar listos para cuando llegue el momento. Si te pasas la vida quejándote de que las cosas te van mal, que la culpa es siempre de los demás, pero no haces nada para prepararte, solo serás uno más del montón, sin muchas oportunidades ni habilidades.

Una vez terminado el partido, en lugar de decir algo tú, ESCUCHA A TU HIJO/A.

Pregúntale si se lo ha pasado bien, y si ha estado en el banquillo, pregúntale como ha visto el partido, si ha aprendido algo nuevo, que le ha gustado más y lo que le ha gustado menos del partido, que haya jugado o no.

Solo después de que haya hablado el/ella, responde algo como «Verás que si sigues esforzándote en los entrenamientos, tendrás tu oportunidad» y si no quiere hablar porque está enfadado, desilusionado, simplemente quédate con el/ella, abrázale.

Céntrate siempre en el proceso, no en el resultado. 

Tu hijo/a necesita apoyo, confianza, libertad. Necesita equivocarse y aprender a gestionarse de forma autónoma en situaciones difíciles, aun sabiendo que tú estarás allí, a su lado, tanto si las cosas van bien como si van mal.

Recuérdale que tú eres su padre/madre, no su entrenador. Aunque tú seas entrenador del mismo deporte, que su entrenador no eres tú, que eres su padre/madre. Solo así aprenderá a respetar a cada rol.

Tú eres un faro para tu hijo, al que siempre podrá mirar para encontrar un puerto seguro cuando lo necesite, pero deberá navegar solo.

Estimado padre/madre, sé que quieres lo mejor para tu hijo/a, por esto, cuando no sabes qué hacer, haz un respiro hondo y piensa que tu hijo/a está en buenas manos.

Y sobre todo, confía en tu hijo/a y en sus capacidades de encontrar soluciones. 

Recuerda que en la escuela, muchas veces, solo aprenden a mecanizar procesos, no a pensar por sí mismos y encontrar soluciones. Aprenden a memorizar textos para un examen escrito con respuestas cerradas.

El deporte le ayuda a salirse de esa caja de cartón, le ayuda a explorar un mundo de oportunidades, les deja desnudos frente a decisiones continuas que deben tomar, equivocándose y acertando,

como en la vida misma.

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